Alberto de Paz y Mateos, 40 años de ausencia.
Carlos Augusto León en 1949, escribió: “Cuando la historia del nacimiento del teatro venezolano sea escrita se verá cuan grande, noble y alto esfuerzo significa el Teatro Experimental del Liceo Fermín Toro”. Ya Alberto de Paz y Mateos, tenía cuatro años al frente de esta agrupación como su director, en la que llevó a escena los entremeses de Cervantes: “Los Dos Habladores”, “El Retablo de las Maravillas” y “La Cueva de Salamanca”. También las obras de Valle Inclán y Lope de Rueda cobraron vida con un gran rigor profesional, convirtiendo el auditorio del Fermín Toro en el verdadero escenario de vanguardia teatral del momento, de donde saldrían figuras como Nicolás Curiel y Román Chalbaud.
Con este gran aporte se inicia la rutilante carrera artística de Alberto de Paz en nuestro país. Oriundo de Ponferrada, a la postre, pueblo de la provincia de León, España, donde nace el 17 de enero de 1915. Estudió bachillerato con los Hermanos Maristas y en el colegio Francés de la Coruña. En 1931 en la Universidad de Madrid, cursa estudios en la Facultad de Derecho y obtiene la licenciatura en el año 1936, ya a punto de estallar la Guerra Civil Española.
Se ve obligado a salir para Francia y permanece en el Campo de Concentración para refugiados de Argelés Sur Mer (Bajos Pirineos). Más tarde vive en París hasta noviembre de 1939, cuando se residencia en la República Dominicana. Ya había trabado amistad con Federico García Lorca, Dalí, Alberti, Buñuel, José Bergamín y otros tantos intelectuales republicanos.
En Santo Domingo, trabaja en la Radio Dominicana y por momentos se desempeña como visitador médico, lo que no le impidió publicar el poemario “Canto en cinco variaciones”, celebrado por la crítica y que junto con el monologo “El Acordeón”, publicado aquí en Venezuela por la Universidad de Carabobo, son sus obras más conocidas como escritor.
Es nombrado asistente para la Cátedra de Literatura en la Universidad de Wyoming, Laramie, Estados Unidos, donde dicta en 1948, un curso avanzado de literatura dramática española y otro sobre la novela contemporánea. A esto siguen varias visitas a Hollywood, compromisos con la N.B.C. y colaboraciones para la Compañía de Olga André. Más adelante, trabaja en el Departamento de Traducciones, Adaptaciones y Diálogos de la empresa cinematográfica Warner Bross.
En el año 1950, ya de retorno a Venezuela, traduce la obra del autor francés Jean Cocteau “El Bello Indiferente” que dirige teniendo como protagonista a la inolvidable actriz argentina Juana Sujo.
Más adelante, lleva a escena “Todos los Hijos de Dios tienen Alas” del dramaturgo norteamericano Eugene O´Neill.
Con el arranque de la televisión en el país, se amplía su horizonte profesional en el arte, cuando se convierte en el primer director artístico de la recién fundada Televisora Nacional en el año 1952.
No abandona el teatro que sigue siendo su pasión y así en 1954, estrena en el Teatro Municipal de Caracas “La Casa de Bernarda Alba” de Federico García Lorca en un memorable montaje. A este siguen: “La Dama Boba” de Lope de Vega, “Chuo Gil” de Arturo Uslar Pietri, “Yerma”, “La Zapatera Prodigiosa”, “Los Amores de Don Perlimplin con Beleisa en el Jardín” y “Doña Rosita la Soltera” (protagonizada para la entonces joven actriz Lupita Ferrer), de Federico García Lorca. “Electra” de Sófocles, llevada a escena en el Aula Magna de Universidad Central de Venezuela. Quedó pendiente su proyecto del montaje de “La celestina” de Fernando de Rojas que el INCIBA no llegó a producir y el montaje de su versión teatral del Quijote la cual tituló “El Caballero de la Triste Figura”.
Así, llega el año 1967 cuando Caracas es sacudida por un trágico terremoto cuando celebra cuatrocientos años de su fundación. Las amistades más cercanas a Alberto aseveran que este acontecimiento lo conmocionó de tal manera que le costaba conciliar el sueño y lo mantenía en un constante estado de nervios.
El 14 de septiembre del mismo año, Lourdes Canales, Administradora del Teatro de México, le invita a dirigir una obra del repertorio clásico español sobre el escenario del viejo convento de Alcoma, edificado en el siglo XVI. Iría a México pero primero pensaba trasladarse a Madrid a visitar a su madre pero todos sus planes dan al traste cuando el día 27 tiene que regresar del aeropuerto al no poder salir de viaje por sentirse mal. Dos días, después, el jueves 29, en el preciso instante en que es que examinado por un médico, le sobreviene un devastador infarto al miocardio que acaba con la vida del gran artista.
Sus restos son velados en un salón de ensayos para el entonces Teatro de Cámara de Caracas, el cual más tarde se bautizaría con su nombre, tal como lo conocemos hoy en día, como un merecido homenaje.
De esta manera desaparece, Alberto de Paz y Mateos, un personaje que lo entregó todo por el teatro y que sin duda le dio un gran empuje al teatro moderno venezolano.
Carmelo Castro
Dramaturgo y Director Teatral
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